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Cuaresma: un tiempo de oración y misericordia

Domingo de Ramos

“Cuando estaban cerca de Jerusalén…. Le llevaron el pollino a Jesús…. y se subió a él. Muchos tendían sus mantos en el camino, otros extendían hojas cortadas de los campos. Los que precedieron y los que siguieron gritaron: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene de nuestro padre David! (Mc 11-1).

695px-Assisi_BaS.Francesco_P.Lorenzetti_EntrataCristoGerusalemme_1315-19ca (1)Pietro Lorenzetti, en la Iglesia Inferior de Asís, en el ciclo fechado 1310/1319, pintó un fresco que forma parte de los relatos de la Pasión de Jesús: 'Entrada de Cristo en Jerusalén'. En el centro, Jesús, bendiciendo y sonriendo sobre su asno, separa a los apóstoles, distinguibles por sus aureolas doradas, de la multitud festiva que sale a su encuentro. La túnica azul ribeteada de oro como la aureola que lo corona, las túnicas chillonas de los ciudadanos festivos, que extienden mantos y arrojan ramas de olivo a su paso, la hermosa arquitectura definida por el azul, el rosa y el blanco que, aunque sin perspectiva, manda, Significa perfectamente el momento de su entrada a la ciudad. La escena es rica en detalles, desde los niños trepando al olivo hasta Judas que no tiene aureola, desde las decoraciones en mosaico de los edificios y la puerta de la ciudad hasta las palmeras en la calle y los pájaros que se integran en el entorno de forma natural. forma. El claroscuro suaviza los volúmenes y al mismo tiempo realza y resalta los distintos tonos de color hábilmente yuxtapuestos. El autor de esta obra no sólo ha representado el episodio de una manera muy sensible, sino que lo ha convertido en una obra maestra que no dejará indiferente a los fieles.

bloch Ultima cenaAl cabo de sólo unos días, el clamor de la fiesta en Jerusalén se habría convertido en la vida cotidiana normal para todos. Jesús y los discípulos, lejos de cualquier aclamación, se encontraron entonces en la intimidad de un hogar humilde, cenando juntos, pero por última vez. La obra, que el pintor danés Carl Heinrich Bloch (1834/1890) realizó en 1876, se conserva en el castillo de Frederiksborg en Colpenaghen. Aquí, los apóstoles con Jesús están reunidos para cenar en una terraza, donde una cortina oscura se abre para mostrar, más allá del arco, un panorama que consiste simplemente en unos pocos árboles altos que parecen hacerse a un lado para dar paso a un cielo claro y brillante de un azul pálido. El autor capta el momento en que Jesús levanta los ojos al cielo, toma el pan y el cáliz e instituye el sacramento de la Eucaristía, otro gran signo de misericordia. Se percibe el silencio y mientras los apóstoles escuchan con gran atención, Judas les da la espalda a todos, deja de esconderse detrás de la cortina para escuchar y, frunciendo el ceño, se marcha. En los rostros de los apóstoles no hay asombro, cada uno de ellos tiene una expresión diferente fruto de diferentes experiencias personales y tal vez ni siquiera haya una verdadera comprensión del gran misterio eucarístico que Jesús instituyó en ese momento.

Particolare del Bacio di GiudaPoco después otra multitud lo buscaría, no para aplaudirlo sino para condenarlo. Es Giotto quien, con gran habilidad interpretativa, tiene en cuenta la enseñanza de la Iglesia según la cual la representación tiene una finalidad educativa. El punto central de la composición es el encuentro de los dos protagonistas: Cristo y Judas, quien lo abraza y lo envuelve en su gran manto amarillo. Es la hipocresía, el odio del traidor que abraza a su víctima, como un ave de rapiña a su presa, el elemento decisivo. Incluso los dos rostros están estudiados de tal manera que representan las dos personalidades: de un lado, el Cristo más alto mira serena y firmemente al otro, plenamente consciente de su destino libremente aceptado. Judas, en cambio, tiene un rostro ambiguo, esquivo, consciente del acto atroz que está cometiendo. Las dos caras se miran, pero no se tocan. Judas parece querer darle ese beso a Jesús, quien no elude el abrazo, sino que aún lo mira con ternura, como siempre había mirado a sus amados apóstoles. Giotto il bacio di giudaMientras tanto, los soldados alborotados, con palos y antorchas, lo hacen prisionero. Comienza así el camino de la crucifixión, el camino de la casi incomprensible misericordia de Dios, recorrido con el mayor dolor, pero para la salvación de todos.

 

                                                                              Paola Carmen Salamino

 

 

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  • Paola Carmen Salamino

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