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Maravilloso es Dios en sus santos

Como enseña el Concilio Vaticano II, “Dios manifiesta a los hombres, en una luz viva, su presencia y su rostro” (Lumen Gentium 50).

Los santos, antes que ser protectores a los que invocar, antes que ser modelos a imitar, son signos de la presencia de Dios en la vida y de su paso por la historia humana. Y el paso de Dios es siempre un prodigio. Los santos constituyen un signo maravilloso y sumamente transparente de la presencia de Cristo, vivo y activo en la historia. Los milagros son, por tanto, motivo de credibilidad, de alegría y de alabanza a Dios, porque él obra siempre por el bien de la humanidad. En los últimos días, como ya informamos, el Papa Francisco recibió al Card. Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio de los Santos, autorizó la publicación del decreto reconociendo un milagro obtenido por intercesión de la beata Elena Guerra, la gran mística luquesa del Espíritu Santo. Cuando hablamos de milagros, no debemos pensar que los bienaventurados y los santos son hacedores de milagros. Jesús reprendió a los fariseos que le pedían una señal del cielo, como prueba de su identidad divina: “¿Por qué esta generación pide una señal? En verdad os digo que no se dará señal a esta generación” (Mc 8-11). El primer signo es su amor, su coherencia de vida, su obediencia y relación con el Padre. En los santos no son los milagros los que prueban su santidad, sino su vida de fe, de esperanza y de caridad. La norma canónica que exige un milagro para la beatificación y canonización es el resultado de una práctica eclesiástica dictada por la prudencia, para poder proceder a inscribir el nombre de un siervo de Dios en el padrón de los Santos. En el milagro, acontecimiento que la ciencia no puede explicar y que excede las leyes de la naturaleza, obtenido por la fe y la intercesión del bienaventurado, la Iglesia busca la confirmación divina de su juicio sobre la vida del testigo, antes de proponerlo como modelo de vida y mediador. Quede claro que no es el milagro o los milagros lo que hace a un santo, sino su testimonio de vida y el buen olor de las virtudes teologales que ejerció concretamente. Gracias a su fidelidad pueden interceder ante la fuente de la gracia. La petición de un milagro es sólo una norma eclesiástica, que el Papa puede modificar o permitir una derogación. Tras estas aclaraciones, nos preguntamos cuál es el milagro que el Papa Francisco ha atribuido oficialmente a la intercesión de la beata Elena Guerra. Del sitio web del Dicasterio tomamos la siguiente narración.

Curación milagrosa

El 5 de abril de 2010, el Sr. Paulo G., mientras podaba un árbol, cayó desde una altura de unos 6 metros. Fue trasladado al hospital de Uberlândia, en estado de inconsciencia, donde le diagnosticaron un traumatismo craneoencefálico muy grave, con sospecha de muerte cerebral y complicaciones sistémicas como neumonía y hepatitis. Al día siguiente se le realizó una craneotomía y cirugía de descompresión con lobectomía frontal-basal. Tras la operación fue trasladado a cuidados intensivos con pronóstico reservado. El 10 de abril, una tomografía computarizada mostró que el estado del paciente se había deteriorado hasta tal punto que se esperaba su muerte. El 11 de abril, los médicos tratantes interrumpieron la sedación que mantenía al paciente durante 24 horas, y el paciente no mostró signos de reacción neurológica al día siguiente. El 15 de abril se abrió el protocolo para declarar muerte cerebral. Del 10 al 27 de abril el paciente estuvo entre la vida y la muerte. Informados de su gravísima condición, los miembros de la Renovación Carismática local comenzaron a organizar momentos de oración por su recuperación. A partir del 17 de abril dirigieron sus invocaciones a la beata Elena Guerra y, ante la persistencia del grave estado del hombre, la oración se intensificó y extendió durante nueve días consecutivos. El 27 de abril, tras 21 días de hospitalización, los médicos notaron una mejoría en el estado del paciente, que respondía a los estímulos dolorosos y respiraba espontáneamente. Dos días después fue trasladado al pabellón quirúrgico, iniciándose fisioterapia primero pasiva y luego activa. El 14 de mayo el paciente fue dado de alta en buenas condiciones. Otros controles, realizados mensualmente y luego anualmente, demostraron que el paciente gozaba de buena salud y que no había cambios debido al trauma.

Fuentes

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