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Evangelio del domingo 14 de mayo: Juan 14, 15-21

Evangelio del domingo, Juan 14, 15-21: Jesús promete el Espíritu Santo

15 “Si me amáis, guardad mis mandamientos. 1

6 Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro abogado para que los ayude y esté con ustedes para siempre.

17 el Espíritu de verdad. El mundo no puede aceptarlo, porque ni lo ve ni lo conoce. Pero tú lo conoces, porque vive contigo y estará[a] en ti. 

18 No os dejaré huérfanos; Vendré a ti. 1

9 Dentro de poco, el mundo ya no me verá, pero tú me verás. Porque yo vivo, vosotros también viviréis. 

20 En ese día se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí, y yo estoy en ustedes. 

21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama. El que me ama será amado por mi Padre, y yo también los amaré y me mostraré a ellos”.

Queridas hermanas y hermanos de Misericordia, ​Soy Carlo Miglietta, médico, erudito bíblico, laico, esposo, padre y abuelo (www.buonabibbiaatutti.it).

También hoy comparto con vosotros una breve meditación sobre el Evangelio, con particular referencia al tema de la misericordia.

Juan 14, 15-21: Comentario al Evangelio

Bonhoeffer dijo: “El sacerdote frente al profeta, la Iglesia del mundo frente a la Iglesia de la fe, la Iglesia de Aarón frente a la Iglesia de Moisés: este es el eterno conflicto en la Iglesia de Cristo… Iglesia de los sacerdotes – Iglesia de la Palabra; Iglesia de Aarón – Iglesia de Moisés: este choque histórico al pie del Sinaí, el fin de la Iglesia del mundo y la aparición de la palabra de Dios, se repite en nuestra Iglesia día tras día, domingo tras domingo.

Una Iglesia del mundo, que no quiera esperar, que no quiera vivir de lo invisible, una Iglesia que se haga sus propios dioses; una Iglesia que quiere tener el dios que le gusta y no le importa agradar a Dios; una Iglesia que quiere hacer por sí misma lo que Dios no hace; una Iglesia dispuesta a cualquier sacrificio, siempre que haya idolatría, deificación de los pensamientos y valores humanos; una Iglesia que se atribuye la omnipotencia divina en el sacerdocio: así sigue siendo nuestra Iglesia cuando se reúne para el culto divino.

Y como Iglesia que tiene sus ídolos destrozados y hechos añicos, como Iglesia a la que hay que volver a decir: 'Yo soy el Señor tu Dios', como Iglesia que se aniquila a sí misma, abatida por esta palabra, como Iglesia de Moisés, la Iglesia de la Palabra: así debemos partir.

De ser la Iglesia impaciente que era, la Iglesia pasa a ser la Iglesia de la espera silenciosa, de ser la Iglesia de la impetuosa necesidad de ver, pasa a ser la Iglesia de la fe sin exaltación, de ser la Iglesia de la auto-idolatría, pasa a ser la Iglesia que adora sólo a Dios... Como Iglesia que es a la vez Iglesia de Moisés y de Aarón, señalamos la cruz y decimos: 'He aquí, Israel, este es tu Dios que te ha librado de la esclavitud y lo seguirá haciendo.

¡Vengan, crean, adoren!”.

La Iglesia debe ante todo ser dócil a la acción del Espíritu, que “viene en nuestra ayuda en nuestra debilidad” (Rm 8, 26), para transformar su Iglesia con su constante “acción” (2 Cor 3, 18), con su “fuerza” (Lc 24), con su “poder” (Lc 49): “Recibid sobre vosotros la fuerza del Espíritu Santo... Entonces seréis mis testigos” (Hch 4).

El Espíritu hace a la Iglesia capaz de entusiasmo y éxtasis (Hch 2, 1-40). “Entusiasmo”, como dice la misma palabra, significa “tener a Dios dentro”: “èntheos” es aquel que está habitado por Dios.

El Espíritu da a la Iglesia la conciencia de ser el lugar de la Presencia de Dios: tener entusiasmo es dejarse guiar por la energía creadora y vivificante del mismo Espíritu (Jn 14, 16-17; Rm 8, 9-11). ; 1 Cor 3). El éxtasis no es tanto una experiencia prodigiosa como saber “salir de nosotros mismos” y salir al mundo para servirlo, amarlo, anunciar el Evangelio.

El Espíritu da a la Iglesia novedad y frescura (Gén 1, 2; Mt 1, 20; Rm 1, 4; 1 Tm 3, 16; Hch 2, 32), fuerza de síntesis y unidad, y al mismo tiempo energía de diferenciación y pluralismo (1 Cor 12, 7-13), la capacidad de comunicación y relación (Hch 2, 11), la vida plena (Jn 6, 63) en el Espíritu mismo (Jn 14, 16-17; Rom 8: 9-1

¡Buena Misericordia para todos!

Cualquiera que desee leer una exégesis más completa del texto, o algunas ideas, pregúnteme en migliettacarlo@gmail.com.

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Fuente

Spazio Spadoni

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