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Hermana Gina Simionato

Una mujer con todo el corazón.

Esta mujer, Hermana Gina SimionatoHabría pasado desapercibida y habría quedado en el más absoluto olvido si aquella mañana del 15 de octubre de 2000 una lluvia de balas no hubiera destrozado su vida. Desde ese día, a nosotros y a muchos otros se nos ha dado el regalo de descubrir su corazón y el gran amor que en él habitaba.

Sor Gina forma parte de esa multitud de mujeres, tan innumerables como las estrellas del cielo, que han pasado a la tierra, dejándonos el regalo del amor…un gran amor, más fuerte que cualquier mal, dispuesto a llegar hasta la entrega total de sí mismo en el sacrificio de sangre. Amor que vive y actúa para dar vida a su hermano, custodiándolo, defendiéndolo, haciéndolo crecer.

Nacida en una familia sencilla, rica en valores humanos y cristianos, Gina creció alegre y despreocupada, asistiendo a la escuela hasta el quinto grado; luego, ya adolescente, como todas las niñas de aquellos años, ayudó en la casa, ocupándose de las tareas del hogar y aprendió a sostener una aguja en la mano, en el taller de una costurera.

Los domingos, en el oratorio parroquial, Gina podía disfrutar de una buena película: ¡esa era su pasión! Y fue una película, “Molokai” –el padre Damián, el apóstol de los leprosos– la que la fascinó y la interpeló, como ella misma atestiguaría en una carta varios años después. “Quizás fue este momento el que marcó en mí la necesidad de dar un salto cualitativo para realizar mi vocación de bautizada”.

Suor Gina Simionato 4Guiada por su párroco, eligió el camino de la consagración, en la familia religiosa de las Hermanas Maestras de Santa Dorotea. Después de algunos años de servicio a los niños, como profesora en la guardería y como catequista en la parroquia, sor Gina pudo finalmente realizar su sueño de ser misionera en 1975. Partió hacia África, a Burundi; en contacto con los sufrimientos físicos de ese pueblo, particularmente de los niños y de las mujeres, pidió ser enfermera; una vez obtenido su diploma, se dedicó por completo a cuidar de los numerosos enfermos y a prevenir las enfermedades y la desnutrición que causaban matanzas en aquellos años, especialmente entre los más jóvenes.Suor Gina Simionato 2

Además, en la zona de los Grandes Lagos, vivirá, como tantos otros misioneros, muchos sufrimientos morales debido a la inestabilidad política y social: vivirá la expulsión de Burundi, la inserción en la nueva misión en Zaire, en Mbobero, la afluencia y el drama de los refugiados ruandeses, luego la guerra de Kabila y la evacuación forzosa de Zaire. Regresó a Burundi en 1998, a pesar del clima de inseguridad; ella era consciente del peligro, pero estaba decidida a no abandonar a su pueblo. En el año 2000, después de una breve estancia en Italia, un mes antes de aquel 15 de octubre, dispuesta a regresar a Burundi, le dijo a la Superiora General: 'No tengo vocación de héroe y os digo que tengo miedo. Pero con mucho gusto vuelvo entre la gente de mi parroquia y sobre todo deseo volver con mis hermanas africanas.

Pero ¿qué legado nos deja esta mujer aparentemente tímida y nada especial?

Suor Gina Simionato 3Sor Gina fue verdaderamente una mujer extraordinaria, porque hacía de su vida cotidiana un don ininterrumpido de amor y servicio a los demás; amaba, con sencillez y con tanta espontaneidad y alegría. Su secreto: vivir plenamente su feminidad, compartiendo alegrías, trabajos, tristezas y manifestando con gran naturalidad ese amor que ardía en su corazón: tenía el arte de descubrir las necesidades de los demás; y ella no dudó en acudir en su ayuda, sin calcular jamás el esfuerzo, el riesgo, el precio. “Era imposible detenerla cuando se trataba de ayudar a los pobres. "Recuerdo", dice una de sus hermanas, "los cientos de viajes en coche que hizo hasta el hospital de Bukavu, para transportar a los enfermos graves, día y noche, sin miedo a la lluvia, ni a las malas carreteras, ni al peligro, ni al cansancio. " Sensible, generosa, espontánea, nunca llamativa ni exagerada en el servicio prestado; Siempre sonriendo, feliz de ayudar a los demás, sean quienes sean. Una mujer única, llena de gozosa caridad, que fue, hasta el final, hermana, madre,… como dice el Evangelio, semilla, que se convirtió en árbol y entre cuyas ramas los pájaros pueden construir sus nidos y encontrar descanso.

Sor Gina, una gran mujer, una mujer fuerte, de excepcional valentía y gran disponibilidad, una mujer de paz y de esperanza, imagen de ese Dios-Amor que sembró amor en el corazón de cada mujer.

Desde que partió al cielo la encuentro más viva que nunca en mi vida cotidiana; ella me sonríe y dice: “¡Ánimo, sólo el amor cuenta!”

So “….No detengas el corazón de una mujer: es luz cuando está oscuro, es fuego cuando hace frío, es ternura en el dolor, es alegría en el amor. No detengas el corazón de una mujer…” (Terra Rossa – Giorgio Geronazzo).

                                                                                                                     Sor Lucía Sabbadin, Dorotea

Imágenes

  • Sor Lucía Sabbadin

Fuentes

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