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2 de febrero, Jornada Mundial de la Vida Consagrada

Desde hace 27 años, la Iglesia celebra el 2 de febrero la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Fue san Juan Pablo II quien quiso esta celebración, como un tiempo de reflexión y acción de gracias al Señor por el don de las vidas consagradas a Dios

Jornada Mundial de la Vida Consagrada, la misa se celebrará en la basílica de Santa María la Mayor

El Papa Francisco, como es bien sabido, está de viaje pastoral por el continente africano, y así será el Card. João Braz de Aviz, Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, presidirá la celebración eucarística que tendrá lugar a las 6 horas en Roma.

La Jornada – dice una nota – “será una ocasión para dar gracias al Señor por el don de la vida consagrada y para rezar por el Santo Padre Francisco que, en esos mismos días, estará en la República Democrática del Congo y en el Sur Sudán donde tantos consagrados y consagradas desarrollan su misión en contextos de pobreza y marginalidad social”.

“En todas partes del mundo -continúa el comunicado- la vida consagrada responde a la llamada a dar testimonio del Evangelio cuidando de los más frágiles, de los que son víctimas de la injusticia y la desigualdad social, haciendo gestos de solidaridad, comprometiéndose a construir un futuro de paz y un mundo en el que todos puedan reconocerse hermanos y hermanas.

San Juan Pablo II y la institución de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada

“Confío en que esta “Jornada” de oración y reflexión ayude a las Iglesias particulares a valorar cada vez más el don de la vida consagrada y a medirse con su mensaje, para encontrar el justo y fecundo equilibrio entre acción y contemplación, entre oración y caridad, entre compromiso en la historia y tensión escatológica.

Que la Virgen María, que tuvo el altísimo privilegio de presentar al Padre Jesucristo, su Hijo Unigénito, como oblación pura y santa, nos obtenga estar siempre abiertos y acogedores a las grandes obras que Él no cesa de realizar. por el bien de la Iglesia y de toda la humanidad”.

Con estas palabras el entonces Papa Juan Pablo II, ya santo, anunciaba la institución de este día.

San Juan Pablo II vio en esta fiesta al menos un triple objetivo

1) Alabar y dar gracias

“En primer lugar, responde a la necesidad íntima de alabar más solemnemente al Señor y agradecerle el gran don de la vida consagrada”, escribió en su Mensaje.

Jesús, en su obediencia y consagración al Padre, nos dice cuánto Dios está con nosotros.

Las personas consagradas hacen lo mismo, porque por su plena pertenencia al Señor, su modo de vivir y de obrar, y su entrega a los hombres, son un signo elocuente y un fuerte anuncio de la presencia de Dios en el mundo de hoy.

“Este es el primer servicio que la vida consagrada presta a la Iglesia y al mundo. En el Pueblo de Dios son como centinelas que disciernen y anuncian la vida nueva ya presente en nuestra historia”, subrayó Benedicto XVI el 2 de febrero de 2006.

2) Promoción y valorización de la vida consagrada

“En segundo lugar, esta Jornada está destinada a promover el conocimiento y el aprecio de la vida consagrada por parte de todo el Pueblo de Dios”, escribió Juan Pablo II para la Primera Jornada de la Vida Consagrada.

También lo explicó a las personas consagradas el 2 de febrero de 2000:

“El testimonio escatológico pertenece a la esencia de vuestra vocación. Los votos de pobreza, obediencia y castidad por el Reino de Dios constituyen un mensaje que dejáis al mundo sobre el destino definitivo del hombre.

Es un mensaje precioso: 'aquellos que esperan con cautela el cumplimiento de las promesas de Cristo, son capaces también de infundir esperanza en sus hermanos y hermanas, a menudo desalentados y pesimistas sobre el futuro'.

Y agregó:

“[La vida consagrada] es, por tanto, un recuerdo especial y vivo de su ser de Hijo que hace del Padre su único Amor –he aquí su virginidad-, que encuentra en Él su riqueza exclusiva –he aquí su pobreza- y tiene en la voluntad del Padre el “alimento” del que se alimenta – he aquí su obediencia.

Esta forma de vida, abrazada por Cristo y hecha presente particularmente por las personas consagradas, es de gran importancia para la Iglesia, llamada en cada uno de sus miembros a vivir la misma tensión hacia el Todo de Dios, siguiendo a Cristo en la luz y el poder de la Espíritu Santo.

La vida de especial consagración, en sus múltiples expresiones, está así al servicio de la consagración bautismal de todos los fieles. Al contemplar el don de la vida consagrada, la Iglesia contempla su íntima vocación de pertenecer sólo a su Señor, deseando ser a sus ojos “sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e inmaculada” (Ef 5, 27).

Se comprende bien, por tanto, la conveniencia de una Jornada especial para que la doctrina sobre la vida consagrada sea más amplia y profundamente meditada y asimilada por todos los miembros del Pueblo de Dios”.

3) Celebrar la vida consagrada

El tercer motivo, como explicaba san Juan Pablo II en la Primera Jornada de la Vida Consagrada, se refería a las personas ya consagradas, «invitadas a celebrar junta y solemnemente las maravillas que el Señor ha obrado en ellas, para descubrir con una mirada más clara de la fe los rayos de la belleza divina esparcidos por el Espíritu en su género de vida y tomar más viva conciencia de su misión insustituible en la Iglesia y en el mundo”.

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Fuente

Spazio Spadoni

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