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Santo del día 28 de marzo: Jueves Santo

Jueves Santo: Celebración de la Última Cena e Institución de la Eucaristía

Nombre

Jueves Santo

Título

La última cena

Reaparición

28 marzo

Martirologio

2004 edición

 

Orar

Jesús mío, Tú con aquellas palabras: “Haz esto en memoria mía”, que pronunciaste después de la transformación del pan en Tu Cuerpo y del vino en Tu Sangre, expresas Tu deseo de vivir siempre en nuestros corazones, y ser nuestro pensamiento habitual: Me acordaré de Ti, Dios mío, más que de mí mismo; y si no soy digno de recibirte sacramentalmente todos los días, siempre te reservaré el mejor lugar en mi corazón. Me atrevo a pedir Tu amor, aunque sólo sea por hoy. Si no merezco amarte siempre, no me niegues amarte al menos en el momento en que te poseo. Quisiera elevarte sin cesar la expresión de mi deseo de amarte perfectamente. Después de la Comunión conozco mejor el valor de aquellas palabras: Dios mío, te amo, tan dulce de repetir cuando te poseo – ¡Ah! ¡En ese momento eres verdaderamente mío! – Déjame repetirte con ardor, que la edad no puede debilitar, porque es un movimiento de mi alma inmortal: Te amo tanto como soy capaz de amar…. Quisiera amarte como te ama la Virgen Santísima, quisiera tener mil vidas para consagrarte todas a Ti.

 

 

El santo y la misión

El Jueves Santo marca un momento crucial en la Semana Santa, sumergiéndonos profundamente en los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Este día, en particular, nos lleva a conmemorar la Última Cena, durante la cual Jesús instituye la Eucaristía y el sacerdocio, y nos da el mandato del amor fraterno mediante el gesto del lavatorio de los pies. Por tanto, la celebración del Jueves Santo está impregnada de significados profundos que tocan el corazón mismo de la misión cristiana en el mundo. La institución de la Eucaristía, como acontecimiento central del Jueves Santo, revela la profundidad del amor salvador de Dios. Jesús, al ofrecer pan y vino como Su Cuerpo y Sangre, establece un nuevo y eterno pacto con la humanidad, invitándonos a participar de su vida divina. Este sacramento de amor nos llama a vivir en íntima comunión con Cristo y entre nosotros, transformando cada celebración eucarística en un acto de comunión universal que supera las barreras del tiempo y el espacio, uniendo a todos los fieles en el Cuerpo de Cristo. El lavatorio de los pies, otro poderoso símbolo del Jueves Santo, nos presenta un modelo de servicio y humildad que está en el corazón de la misión cristiana. Jesús, asumiendo el papel de siervo, trastoca las convenciones sociales de la época y nos enseña que la verdadera grandeza está en servir a los demás, especialmente a los más necesitados y vulnerables entre nosotros. Este gesto profundamente simbólico nos recuerda que estamos llamados a encarnar el amor de Cristo a través de acciones concretas de servicio y cuidado mutuo. La misión que evoca el Jueves Santo es, pues, doble: es una invitación a nutrirnos de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, haciendo de nuestra vida una ofrenda constante de amor a Dios y al prójimo, y al mismo tiempo es una llamado a vivir la humildad y el servicio como expresión auténtica de ese vínculo de amor. El Jueves Santo nos desafía a reconocer el amor sacrificial de Jesús como fundamento de nuestra fe y de nuestras acciones, instándonos a convertirnos en testigos de este amor en el mundo. El Jueves Santo nos invita a reflexionar profundamente sobre nuestra participación en los misterios de la fe y sobre nuestra respuesta al llamado de Cristo a vivir según el Evangelio del amor y el servicio. Nos recuerda que nuestra misión como cristianos no es sólo una cuestión de palabras, sino de una vida vivida en plena conformidad con el ejemplo de Cristo, que se hizo servidor de todos para la salvación del mundo. En este día sagrado, estamos llamados a renovar nuestro compromiso de seguir a Cristo más de cerca, acogiendo su presencia eucarística en nuestros corazones y sirviendo a nuestro prójimo con un amor que refleje la infinita bondad de Dios. misericordia.

El Santo y la Misericordia

El Jueves Santo nos introduce en el corazón palpitante de la Semana Santa, ofreciéndonos una profunda reflexión sobre la misericordia divina manifestada a través de los actos y enseñanzas de Jesús en las últimas horas antes de su pasión. Este día nos recuerda dos acontecimientos fundamentales que son la expresión suprema del amor y la misericordia de Cristo: la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies. Ambos acontecimientos nos revelan la profundidad del amor de Dios, un amor que se convierte en don, servicio y presencia viva entre nosotros. La institución de la Eucaristía en la Última Cena es la culminación de la revelación del amor de Dios por la humanidad. En este sacramento, Jesús no sólo promete su presencia continua entre nosotros, sino que se ofrece a sí mismo como alimento espiritual que nutre, sostiene y renueva. La Eucaristía es la manifestación tangible de la misericordia de Dios, que entra en nuestra fragilidad y nuestra pobreza para transformarnos desde dentro, invitándonos a una comunión más íntima con Él y entre nosotros. En este sacramento de amor, cada celebración eucarística se convierte en un encuentro personal con la misericordia divina, que nos llama a convertirnos a su vez en portadores de esta misericordia en el mundo. El lavatorio de los pies, entonces, revela la misericordia de Cristo en acción. A través de este gesto, Jesús invierte los roles tradicionales de poder y servicio, mostrando que la verdadera grandeza se logra a través de la humildad y el servicio a los demás, especialmente a los pequeños y necesitados. Este acto no es sólo un modelo de comportamiento ético, sino un signo profundo del amor misericordioso de Dios, que se acerca a nosotros en nuestro estado más vulnerable. Nos invita a reconocer la dignidad intrínseca de cada persona y a responder con un amor que se concreta en el servicio y el cuidado mutuos. El Jueves Santo, por tanto, nos plantea el desafío de vivir la misericordia de manera auténtica y radical, siguiendo el ejemplo de Cristo. Esta misericordia se expresa no sólo en actos ocasionales de caridad, sino en una elección de vida que hace del amor incondicional y del servicio desinteresado el punto de apoyo de la propia existencia. La misericordia que Jesús nos enseña y nos regala es una fuerza transformadora, capaz de renovar los corazones y construir comunidades fundadas en la justicia, la paz y el amor fraterno. El Jueves Santo nos invita a contemplar el rostro misericordioso de Dios en Jesucristo y a hacer de la misericordia el camino principal de nuestra vida. Nos recuerda que la llamada a seguir a Jesús es una llamada a encarnar su misericordia en el mundo, transformando cada gesto cotidiano en un signo tangible del amor de Dios. Este día sagrado nos desafía a convertirnos, a su vez, en Eucaristía viva y servidores humildes, llevando la luz de la misericordia divina a la oscuridad de nuestro mundo.

Hagiografía

El Jueves Santo se celebra el rito de bendición de los santos óleos durante la Misa Crismal de la mañana y por la tarde se recuerda la Última Cena del Señor en la Misa vespertina, comenzando así el Santo Triduo…

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Fuente e Imágenes

SantoDelGiorno.it

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