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Santo del día para el 4 de noviembre: San Carlos Borromeo

La Historia de Carlos Borromeo: Si estás a orillas del lago Maggiore, lo verás inmediatamente: es la estatua de San Carlos Borromeo que se asoma a las aguas de Arona.

Con 35 metros de altura, incluida la base, construida en el siglo XVII en cobre y hierro, la escultura representa al Arzobispo de Milán en el acto de bendición.

Pero sobre todo, el monumento tiene una particularidad: se puede visitar por dentro, gracias a una larga escalinata.

Cualquiera que suba los muchos escalones, por lo tanto, puede mirar el mundo de abajo a través de dos rendijas colocadas justo sobre los ojos de Borromeo. Y he aquí la enseñanza que dejó este Santo: mirar el mundo a través de sus ojos, es decir, a través de la caridad y la humildad.

San Carlos Borromeo de “niño obispo” a “gigante de la santidad”

“Niño obispo” primero, “gigante de la santidad” después, la vida de san Carlos Borromeo discurre entre estos dos polos, en una aceleración del tiempo directamente proporcional a su acción pastoral.

Nacido el 2 de octubre de 1538 en Arona en el seno de la noble familia Borromeo, segundo hijo de Gilberto y Margherita, recibió el título de 'comendador' de una abadía benedictina local cuando solo tenía 12 años.

El título honorífico le valió una renta considerable, pero el futuro santo decidió destinar sus bienes a la caridad de los pobres.

El Concilio de Trento

Estudió derecho canónico y civil en Pavía y en 1559, a la edad de 21 años, se doctoró in utroque jure.

Unos años más tarde murió su hermano mayor, Federico.

Muchos le aconsejaron que dejara el cargo eclesiástico para convertirse en cabeza de familia.

En cambio, Charles decidió continuar por el camino sacerdotal: en 1563, a la edad de 25 años, fue ordenado sacerdote e inmediatamente después consagrado obispo.

En tal carácter, participó en las etapas finales del Concilio de Trento (1562-1563), convirtiéndose en uno de los principales impulsores de la llamada 'Contrarreforma' y colaborando en la redacción del 'Catecismo Tridentino'.

Arzobispo de Milán con solo 27 años

E inmediatamente poniendo en práctica las indicaciones del Concilio, que exigía que los pastores residieran en sus respectivas diócesis, en 1565, con sólo 27 años, Carlos tomó posesión de la archidiócesis de Milán, de la que fue nombrado arzobispo.

Su dedicación a la Iglesia ambrosiana fue total: realizó tres visitas pastorales a todo el territorio, organizándolo en distritos.

Fundó seminarios para ayudar a formar sacerdotes, construyó iglesias, escuelas, colegios y hospitales, estableció la Congregación de Oblatos, sacerdotes seculares y donó bienes familiares a los pobres.

“Las almas se ganan de rodillas”.

Al mismo tiempo, Carlos se dedicó a reformar profundamente la Iglesia desde dentro: en un momento particularmente delicado para la cristiandad, el 'niño obispo' no tuvo miedo de defender a la Iglesia contra la injerencia de los poderosos y no le faltó valor para renovar las estructuras eclesiales, sancionando y corrigiendo sus deficiencias.

Consciente de que la reforma de la Iglesia, para ser creíble, debe comenzar por los mismos pastores, Borromeo anima a los sacerdotes, religiosos y diáconos a creer más en el poder de la oración y de la penitencia, transformando su vida en un verdadero camino de santidad.

“Las almas”, repite a menudo, “se ganan de rodillas”.

Carlos, “Pastores, sed siervos de Dios y padres del pueblo”.

La acción pastoral tan verdaderamente estimulada por el amor de Cristo no le ahorra hostilidad y resistencia.

Contra él, los llamados 'Humiliati' -una orden religiosa en riesgo de deriva doctrinaria- organizan un ataque disparándole por la espalda con un arcabuz, mientras el futuro santo se encuentra reunido en oración.

El ataque fracasa y Carlos continúa su misión, porque “quería pastores que fueran servidores de Dios y padres del pueblo, especialmente de los pobres” (Papa Francisco, Audiencia a la Comunidad del Pontificio Seminario Lombardo en Roma, 25.01.2016).

La peste en Milán

Llegó la década de 1570 y, sobre todo, se propagó la peste: Milán estaba de rodillas, doblada por la epidemia y el hambre, y solo podía contar con su arzobispo.

Y no se ahorra: fiel a su lema episcopal, 'Humilitas', entre 1576 y 1577 visita, consuela y gasta todos sus bienes para ayudar a los enfermos.

Su presencia entre la gente es tan constante que el período histórico será recordado como la 'peste de San Carlo' y siglos después incluso Alessandro Manzoni lo mencionará en su novela 'I Promessi Sposi' (Los prometidos).

San Carlos en peregrinación a la Sábana Santa

El arzobispo de Milán también desempeñó un papel fundamental en la llegada de la Sábana Santa a Italia: fue en respuesta a su intenso deseo de orar ante el Santo Lino que los duques de Saboya, en 1578, decidieron trasladar la Sábana Santa del Castillo de Chambéry, en Francia, a Turín, donde permanecería para siempre.

Los Borromeo peregrinaron allí a pie, caminando durante cuatro días, ayunando y orando.

El 'Scurolo' en la Catedral de Milán

Pero su físico, probado por tanto cansancio, empezó a desfallecer y en noviembre de 1584 se dio por vencido: Carlos murió con sólo 46 años, pero dejó un inmenso legado moral y espiritual.

Fue beatificado en 1602 por Clemente VIII y canonizado en 1610 por Pablo V.

Desde entonces, sus restos reposan en la cripta de la Catedral de Milán, en el llamado 'Scurolo', cubierto con paneles de lámina de plata que relatan su vida.

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Fuente:

Noticias del Vaticano

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