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Santo del día 12 de enero: San Antonio María Pucci

Nacido Eustachio, para todos era 'il Curatino'. Durante 48 años el párroco de Sant'Andrea en Viareggio, don Antonio, gran devoto de Nuestra Señora, fue un precursor de las formas de organización de los laicos.

Murió de neumonía en 1892 y fue canonizado por Juan XXIII en 1962.

La historia de Antonio María

“No es necesario tener una vida larga, pero sí es necesario aprovechar la hora que Dios nos da para cumplir con el deber”.

Ciertas inclinaciones son innatas, aunque el ambiente en el que uno nace y crece tiene una gran influencia.

Así Antonio María Pucci, todavía llamado Eustachio de niño, nacido en una familia campesina pobre en recursos pero rica en fe, tenía como pasatiempo favorito ayudar a su padre con el decoro de la iglesia, asistir a los servicios y comulgar.

Estamos en la Alta Toscana en el 1800 y el joven sería un ayudante útil en los campos, pero cuando el Señor lo llama va, eligiendo una Orden consagrada a Nuestra Señora: las Siervas de María Santísima.

El “curatino”, Antonio María

Ordenado sacerdote en 1843, llegó a ser Definidor General de su comunidad, pero fue sobre todo el trabajo de párroco lo que disfrutó, en la iglesia de Sant'Andrea en Viareggio, donde permaneció durante 48 años.

Para todos Don Antonio María -nombre que eligió al tomar sus votos- era 'el curatino', siempre sonriente y sobre todo siempre dispuesto a ayudar a los demás.

Precursor de las formas organizativas propias de la Acción Católica, creó prácticamente una asociación para cada uno de sus feligreses, dando un gran impulso al compromiso de los laicos dentro de la Iglesia: para los jóvenes fundó la Compañía de San Luis y la Congregación de doctrina cristiana.

Para los hombres la Compañía de María Santísima Nuestra Señora de los Dolores y para las mujeres la Congregación de Madres Cristianas.

También fundó una orden religiosa femenina: la de los Mantellate de Viareggio que cuidaba a los niños enfermos.

Antonio María, “¡Parece un ángel!”

Aunque necesita ayuda para sus muchos trabajos, Antonio es el primero en “ensuciarse las manos” e ir de casa en casa, entre los pobres, para llevarles lo que necesitan.

No guarda nada para sí mismo, ni siquiera ropa.

Y en sus días, que parecen interminables, ni siquiera descuida la oración: sus feligreses lo encuentran muchas veces absorto, incluso lo ven levantarse del suelo o caminar sin poner los pies en el ejercicio de su ministerio, tanto es así que muchos exclaman:

“¡Parece un ángel!”.

Y así es don Antonio, que durante la epidemia de cólera de 1854 se convierte en el ángel de los enfermos.

Un heroico ejercicio de caridad, el suyo, que fue fracturarse el cuerpo hasta contraer una neumonía fulminante en 1892, año de su muerte.

Fue beatificado por Pío XII en 1952 y canonizado por Juan XXIII diez años después.

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Fuente:

Noticias del Vaticano

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