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Santo del día para el 3 de diciembre: San Francisco Javier

Cuarenta y seis años de vida, once de los cuales transcurrieron en las misiones: con razón San Francisco Javier puede ser considerado un verdadero “gigante de la evangelización”.

En su existencia, breve pero admirable en fecundidad misionera, este religioso español logró, de hecho, llevar el Evangelio hasta el Lejano Oriente, adaptándolo con sabiduría al temperamento ya la lengua de pueblos muy diversos.

Sin embargo, su lugar de nacimiento parece indicarle un camino de vida diferente.

El encuentro de Francisco Javier con Ignacio de Loyola y Pedro Favre

Nacido en 1506 en el Castillo de Javier, en Navarra, al norte de España, Francisco Javier provenía de una familia noble.

Su padre, Juan de Jassu, fue presidente del Real Consejo de Navarra.

En 1525, Francisco fue a París para realizar sus estudios universitarios y en 1530 se convirtió en 'Magister Artium', listo para una carrera académica.

Pero su vida dio un salto de fe: en el Colegio de Santa Bárbara, donde residía, el futuro santo conoció a Pedro Favre e Ignacio de Loyola, con quienes se formó en el estudio de la teología.

Al principio, las relaciones, especialmente con Ignacio, no fueron fáciles, tanto que el mismo Loyola describiría a Francisco como "la masa más dura que jamás haya tenido que amasar".

Pero la vocación misionera ya estaba inculcada en el corazón de Xavier y en la primavera de 1539 participó en la fundación de una nueva Orden religiosa, llamada 'Compañía de Jesús'.

El catecismo 'cantado' para niños de Francisco Xavier

Consagrado a Dios y al apostolado, Francisco partió para las Indias el 7 de abril de 1541, a petición del Papa Pablo III, que deseaba evangelizar aquellas tierras, en la época de la conquista portuguesa.

El viaje de Lisboa a Goa, realizado en velero, duró trece meses, fatigado por la escasez de alimentos, el calor feroz y las tormentas.

Al llegar a Goa en mayo de 1542, Xavier eligió el hospital de la ciudad como su hogar y la cama junto a los enfermos más graves como su cama.

A partir de entonces, su ministerio se dedicará a asistir a los últimos, los excluidos de la sociedad: los enfermos, los presos, los esclavos, los niños abandonados.

Especialmente para los niños, Francisco inventó un nuevo método de enseñanza del catecismo.

Los convocaba en las calles haciendo sonar una campana y luego, una vez reunidos en la iglesia, ponía en verso los principios de la doctrina católica y los cantaba con los niños, facilitando así su aprendizaje.

Evangelizando a los pescadores de perlas

Durante dos años se dedicó también a la evangelización de los 'paravi', los pescadores de perlas que habitan el sur de las Indias.

Solo hablan tamil, pero Francisco logró transmitirles los principios fundamentales de la fe católica, logrando bautizar a 10,000 de ellos en solo un mes.

“Tan grande es la multitud de conversos”, escribió, “que muchas veces me duelen tanto los brazos que han bautizado y ya no tengo voz ni fuerza para repetir el Credo y los Mandamientos en su lengua.

Pero su labor evangelizadora no se detuvo.

Entre 1545 y 1547, Francisco Javier llegó a Malaca, al archipiélago de las Molucas ya las islas Moro, despreocupado de los peligros porque confiaba plenamente en Dios.

La llegada a Japón de Francisco Javier

En 1547, la vida del futuro santo dio un nuevo giro.

Conoció a un fugitivo japonés, llamado Hanjiro, que quería convertirse al cristianismo.

Este encuentro despertó en Xavier el deseo de ir a Japón, para llevar el Evangelio también a la tierra del “Sol Naciente”.

Llegó allí en 1549 y, a pesar de que estaba en vigor la pena de muerte para quienes administraban el sacramento del Bautismo, los religiosos españoles lograron crear una comunidad de cientos de fieles.

El “sueño” de China

De Japón a China, el pasaje surge casi de forma natural.

Xavier miró a la “Tierra del Dragón” como una nueva tierra de evangelización y en 1552 logró llegar a la isla de Shangchuan desde donde intentó embarcarse para Cantón.

Pero una repentina fiebre se apoderó de él.

Agotado por el frío y el cansancio, Francisco Javier murió en la madrugada del 3 de diciembre.

Sus restos están enterrados en una caja llena de cal, sin siquiera una cruz para recordarlo.

Sin embargo, dos años después, su cuerpo fue trasladado, íntegro e intacto, a Goa, a la Iglesia del Buen Jesús, donde actualmente se venera.

En cambio, una de sus reliquias, su antebrazo derecho, se conserva en Roma desde 1614, en la Iglesia del Gesù.

Francisco Javier, canonizado en 1622

Beatificado por Pablo V en 1619 y canonizado por Gregorio XV en 1622, Francisco Javier fue proclamado patrón de Oriente en 1748, de la Obra de Propagación de la Fe en 1904 y de todas las Misiones (junto con Santa Teresa de Lisieux) en 1927.

Sus pensamientos pueden resumirse en una oración que repetía a menudo:

'Señor, no te amo porque puedas darme el paraíso o condenarme al infierno, sino porque eres mi Dios. Te amo porque eres Tú'.

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