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Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2023

El siguiente es el texto del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma de 2023, sobre el tema: “La Penitencia Cuaresmal y el Camino Sinodal”

Cuaresma 2023, Mensaje del Santo Padre: Penitencia Cuaresmal y Camino Sinodal

¡Queridos hermanos y hermanas!

Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas relatan el episodio de la Transfiguración de Jesús.

Allí vemos la respuesta del Señor al fracaso de sus discípulos en entenderlo.

Poco antes se había producido un verdadero enfrentamiento entre el Maestro y Simón Pedro, quien, después de profesar su fe en Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios, rechazó su predicción de la pasión y la cruz.

Jesús lo había reprendido con firmeza: “¡Aléjate de mí, Satanás! ¡Eres un escándalo para mí, porque no piensas según Dios, sino según los hombres!” (Mt 16).

A continuación, «seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago ya Juan, su hermano, y los llevó a un monte alto» (Mt 17, 1).

El Evangelio de la Transfiguración se proclama cada año el segundo domingo de Cuaresma

Durante este tiempo litúrgico, el Señor nos lleva con Él a un lugar apartado.

Mientras nuestros compromisos ordinarios nos obligan a permanecer en nuestros lugares habituales y nuestras rutinas a menudo repetitivas y a veces aburridas, durante la Cuaresma estamos invitados a subir “una montaña alta” en compañía de Jesús y a vivir una experiencia particular de disciplina espiritual – ascesis – como pueblo santo de Dios.

La penitencia cuaresmal es un compromiso, sostenido por la gracia, para superar nuestra falta de fe y nuestra resistencia a seguir a Jesús en el camino de la cruz.

Esto es precisamente lo que Pedro y los demás discípulos tenían que hacer.

Para profundizar en el conocimiento del Maestro, para comprender y abrazar plenamente el misterio de su salvación, realizada en la entrega total inspirada por el amor, debemos dejarnos llevar por Él y desprendernos de la mediocridad y la vanidad.

Necesitamos emprender el camino, un camino cuesta arriba que, como una caminata de montaña, requiere esfuerzo, sacrificio y concentración.

Estos requisitos son importantes también para el camino sinodal que, como Iglesia, nos comprometemos a realizar.

Nos puede beneficiar mucho reflexionar sobre la relación entre la penitencia cuaresmal y la experiencia sinodal.

En su “retiro” en el monte Tabor, Jesús lleva consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único.

Quiere que esa experiencia de gracia sea compartida, no solitaria, como toda nuestra vida de fe es una experiencia compartida.

Porque es en unión que seguimos a Jesús.

También juntos, como Iglesia peregrina en el tiempo, experimentamos el año litúrgico y la Cuaresma en él, caminando junto a quienes el Señor ha puesto entre nosotros como compañeros de camino.

Como la subida de Jesús y los discípulos al monte Tabor, podemos decir que nuestro camino cuaresmal es “sinodal”, ya que lo hacemos juntos por el mismo camino, como discípulos del único Maestro.

Porque sabemos que Jesús mismo es el Camino, y por eso, tanto en el camino litúrgico como en el camino sinodal, la Iglesia no hace sino entrar cada vez más profunda y plenamente en el misterio de Cristo Salvador.

Y así llegamos a su culminación.

El Evangelio relata que Jesús “se transfiguró delante de ellos; su rostro resplandeció como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mt 17).

Esta es la “cumbre”, la meta del viaje.

Al final de su ascenso, mientras están en las alturas de las montañas con Jesús, los tres discípulos reciben la gracia de verlo en su gloria, resplandeciente en luz sobrenatural.

Esa luz no venía de afuera, sino que irradiaba del mismo Señor.

La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que todos los esfuerzos que los discípulos habían hecho en la subida al Tabor.

Durante cualquier caminata de montaña extenuante, debemos mantener nuestros ojos firmemente fijos en el camino; sin embargo, el panorama que se abre al final nos asombra y nos premia con su grandeza.

Así también, el proceso sinodal a menudo puede parecer arduo y, a veces, podemos desanimarnos.

Pero lo que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su reino.

La experiencia de los discípulos en el monte Tabor se enriqueció aún más cuando, junto a Jesús transfigurado, aparecieron Moisés y Elías, significando respectivamente la Ley y los Profetas (cf. Mt 17, 3).

La novedad de Cristo es al mismo tiempo el cumplimiento de la antigua alianza y de las antiguas promesas; es inseparable de la historia de Dios con su pueblo y revela su significado más profundo.

De manera similar, el camino sinodal está enraizado en la tradición de la Iglesia y al mismo tiempo abierto a la novedad.

La tradición es fuente de inspiración para buscar nuevos caminos y evitar las tentaciones opuestas del inmovilismo y la experimentación improvisada.

Tanto el camino de penitencia cuaresmal como el camino del Sínodo tienen como meta una transfiguración, tanto personal como eclesial.

Una transformación que, en ambos casos, tiene su modelo en la Transfiguración de Jesús y se realiza por la gracia de su misterio pascual.

Para que esta transfiguración se haga realidad en nosotros este año, quisiera proponer dos “caminos” a seguir para subir al monte junto con Jesús y, con él, llegar a la meta.

El primer camino tiene que ver con el mandato que Dios Padre dirige a los discípulos en el monte Tabor mientras contemplan a Jesús transfigurado.

La voz de la nube dice: “Escuchadlo” (Mt 17).

La primera propuesta, entonces, es muy clara: necesitamos escuchar a Jesús.

La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que lo escuchamos mientras nos habla

¿Y cómo nos habla? Primero, en la palabra de Dios, que la Iglesia nos ofrece en la liturgia.

Que esa palabra no caiga en oídos sordos; si no podemos asistir siempre a Misa, estudiemos sus lecturas bíblicas diarias, incluso con la ayuda de Internet.

Además de las Escrituras, el Señor nos habla a través de nuestros hermanos y hermanas, especialmente en los rostros y las historias de los necesitados.

Permítanme decir algo más, que es muy importante para el proceso sinodal: la escucha de Cristo se realiza a menudo en la escucha de nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia.

Esta escucha recíproca en algunas fases es el objetivo principal, pero sigue siendo siempre indispensable en el método y estilo de una Iglesia sinodal.

Al oír la voz del Padre, los discípulos “se postraron y tuvieron mucho miedo. Pero Jesús se acercó y los tocó, diciendo: "Levántense y no tengan miedo".

Y cuando los discípulos alzaron la vista, no vieron a nadie más que a Jesús solo” (Mt 17, 6-8).

He aquí la segunda propuesta para esta Cuaresma: no os acojáis a una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios y de experiencias dramáticas, por miedo a afrontar la realidad y sus luchas cotidianas, sus penurias y contradicciones.

La luz que Jesús muestra a los discípulos es un anticipo de la gloria pascual, y esa debe ser la meta de nuestro propio camino, mientras lo seguimos “sólo a él”.

La Cuaresma conduce a la Pascua: el “retiro” no es un fin en sí mismo, sino un medio para prepararnos a vivir la pasión y la cruz del Señor con fe, esperanza y amor, y así llegar a la resurrección.

También en el camino sinodal, cuando Dios nos da la gracia de ciertas experiencias poderosas de comunión, no debemos imaginar que hemos llegado, porque también allí el Señor nos repite: “Levantaos y no tengáis miedo”.

Bajemos, pues, al llano, y que la gracia que hemos experimentado nos fortalezca para ser “artesanos de la sinodalidad” en la vida ordinaria de nuestras comunidades.

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos inspire y sostenga esta Cuaresma en nuestra ascensión con Jesús, para que experimentemos su divino esplendor y así, confirmados en la fe, perseveremos en nuestro camino junto a él, gloria de su pueblo y luz. de las naciones

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Fuente

CEI

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