Elige tu idioma EoF

Annamaría Amarante: El yo negado

Abusos de poder en la vida consagrada

Una reflexión convincente sobre la vida consagrada y el abuso dentro de las comunidades religiosas. En “El yo negado”, Annamaria Amarante comparte su testimonio personal y analiza las raíces profundas de un problema complejo. A través de un diálogo abierto e incisivo, explora la dinámica del poder, la necesidad de una espiritualidad renovada y el camino hacia la curación y la conversión.

A continuación se muestra una entrevista con la autora Annamaria Amarante.

¿Cuál fue el origen del libro?

Este libro nace de la experiencia vivida como mujer, consagrada y miembro de una Comunidad que ha conocido y vivido en carne propia el drama del abuso sexual, la conciencia y el poder. Me considero una víctima secundaria de estos abusos, es decir, una de aquellas que no ha sufrido personalmente el trauma del abuso sexual, pero que ha vivido durante más de quince años en un contexto comunitario habitado por prácticas abusivas tan frecuentes y establecidas que Parece normal incluso ante mis ojos. Al mismo tiempo, precisamente dentro de la Comunidad Misionera de Villaregia, pude crecer y madurar en mi fe y conciencia de mi vocación misionera. Encontré en este espacio eclesial un carisma vivo y fecundo y una forma de vivir la misión desde una auténtica vida comunitaria, que han permitido y fomentan mi florecimiento y la plenitud de mi vida.

Este libro nació precisamente de esta experiencia: la experiencia dolorosa del abuso y la experiencia llena de esperanza de una Comunidad que quiere caminar tras las huellas de Jesús, acogiendo como providenciales incluso las heridas del pasado para contribuir a moldearlas. de una Iglesia más humilde, más consciente de su propia pequeñez, más convencida de que la fraternidad es el único camino posible.

¿Por qué un libro sobre el abuso en la vida consagrada?

Desde hace varios años se viene reflexionando sobre el fenómeno del abuso en la Iglesia, siempre, sin embargo, declinado en su modalidad de abuso sexual a niños y adolescentes, que, seguramente, representa su cara más dramática y desconcertante. La cuestión del maltrato a adultos ha quedado en un segundo plano y sólo recientemente ha comenzado a ser discutida, captando dinámicas comunes a todas las formas de maltrato, pero también sus propias características y, sobre todo, una tendencia sistémica que es necesario profundizar, tematizar y narrado en su complejidad.

Lo mismo puede decirse de los abusos en la vida consagrada: todavía faltan datos fiables para comprender la magnitud de este fenómeno, pero las investigaciones ya realizadas en varios países hablan de una realidad sumergida que involucra tanto a nuevas comunidades como a movimientos e institutos religiosos que tienen siglos de historia a sus espaldas. Sin embargo, aún queda mucho por hacer para investigar las interacciones entre las diferentes formas de abuso y comprender qué elementos teológicos/espirituales, modos relacionales y prácticas institucionales necesitan renovarse para que la vida consagrada sea fiel a su mandato evangélico.

¿Cómo prevenir abusos dentro de la Iglesia?

Ante una cuestión tan compleja, no creo que sea posible identificar un camino único que garantice una prevención eficaz. Hay al menos tres caminos que recorrer: el de una visión clara y renovada desde el punto de vista teológico y espiritual, el camino de nuevas relaciones más marcadas por la fraternidad, la ministerialidad y la sinodalidad y, finalmente, el camino de una revisión de estructuras y dinámicas institucionales que traduzcan también a nivel normativo la conversión y renovación que ya están en marcha en muchas realidades eclesiales.

Por qué todo depende del poder

El poder es la capacidad que tenemos los humanos de cambiar la realidad, de actuar en este mundo para convertirlo en un lugar habitable y seguro. Pero también es el poder de dominar a otro y esclavizarlo por nuestro propio interés o por intereses ajenos a los de la persona que tengo delante. No es el poder lo que causa abuso, sino su uso: cuando se transforma de “poder para actuar, crear, realizar” a “poder sobre los demás, sobre las cosas, sobre la comunidad”, entonces ya estamos en el presencia de una dinámica vulnerable que genera abuso.

¿Cómo es posible replantear la experiencia en la comunidad cristiana?

Creo que el primer deber es hablar de ello, abordar el tema con transparencia y profundidad sin limitarnos a visiones defensivas o reduccionistas. No basta con limitarnos a la conmoción emocional ante la explosión del escándalo, ni basta con limitarnos a la pars destruens que pretendería distinguir claramente qué realidades eclesiales deben considerarse abusivas y cuáles no. . Es necesaria una reconstrucción, una verdadera pars construens que comience por escuchar a las víctimas y su relato para buscar juntos los caminos correctos para restaurar la confianza y la esperanza. Un rostro de la Iglesia más consciente de sus propias fragilidades y por eso más humilde y abierto a la confrontación: creo que es la única manera de releer incluso el drama de los abusos desde una perspectiva de resurrección.

Fuentes

Quizás te interese