Elige tu idioma EoF

Kenia: sanando los corazones de los jóvenes presos

Una asombrosa historia de jóvenes en Kenia

Mi nombre es Stephen de Kenia. Me gustaría compartir esta asombrosa historia que sucedió no hace mucho. Fue el sábado por la mañana cuando mis amigos del Movimiento de los Focolares y yo decidimos visitar a los jóvenes alojados en el Centro Correccional Juvenil Kamiti, el centro de detención juvenil más grande de Kenia, que acoge a menores procedentes de todo el país. Éramos unos 40 jóvenes de diferentes partes del país. Lo que encontramos allí una vez que llegamos allí nos dejó con el corazón roto y con un fuerte sentido de urgencia e injusticia. En ese momento, la estructura albergaba a 163 jóvenes, con edades comprendidas entre 13 y 21 años, algunos en espera de juicio y otros cumpliendo condena.

Vivían en condiciones cuanto menos desgarradoras y pobres: imagínense siete personas compartiendo un colchón, sin las mantas necesarias para garantizar un mínimo de comodidad. Cuando se acabaron los colchones, a algunos no les quedó más remedio que dormir en el suelo, fríos y sin piedad. Al ver con nuestros propios ojos su lucha diaria por la dignidad humana, nos dimos cuenta también de que los detenidos no tienen televisor, lo que significa que no tienen acceso a información ni al más mínimo medio de entretenimiento.

Darnos cuenta de todo esto nos abrió los ojos a un mundo que nunca antes habíamos visto. No se trataba sólo de jóvenes, sino de almas jóvenes que anhelaban esperanza, dignidad y una oportunidad de redención. Cuando cruzamos esas puertas, entramos en un mundo lleno de dificultades, donde los corazones jóvenes luchan por una oportunidad de recuperar su lugar en la sociedad.

Impulsados ​​por la empatía y el deseo de marcar la diferencia, comenzamos a estudiar un plan de acción para aliviar los sufrimientos de estos jóvenes en prisión porque creemos que un poco de bondad puede hacer mucho. Por esto, nos reunimos y escribimos una carta sincera a las comunidades que nos rodean y a algunas de las organizaciones que sabemos que pueden ayudarnos. Solicitamos donaciones de colchones, mantas, revistas, novelas y ropa. Pero no se detuvo allí: compartimos nuestro plan con todos nuestros conocidos a través de plataformas de redes sociales, colocando carteles, enviando mensajes, etc. ¿Sabes qué? ¡La gente está deseosa de ayudar! Fue como una ola de bondad que nos invadió y fue una sensación increíble. Además de las mantas, el colchón y la ropa, ¡también recibimos un televisor y un decodificador!

Entonces llegó el gran día, el día del parto. Algunos jóvenes y yo regresamos con los jóvenes de Kamiti con el corazón palpitante. Queríamos llevar consuelo y felicidad a estos jóvenes para recordarles que no están solos y que la gente se preocupa por ellos. Cuando nos vieron con todos esos regalos, sus rostros se iluminaron como el sol. ¡Ese momento fue de pura alegría! Compartimos historias, nos reímos y por un tiempo nos olvidamos de los desafíos que estábamos enfrentando. No se trataba sólo de los regalos, sino también del vínculo que creamos. Les demostramos que nos importamos y que no los habíamos olvidado.

¿Y sabes lo que vivimos? Este viaje nos acercó a todos. Nos mostró el poder de unirnos por una causa: podemos marcar la diferencia como equipo a través de obras de misericordia. Mirando hacia atrás, es un recordatorio de que la bondad no es complicada. Se trata de hacer lo que puedas, de acercarte y mostrarle a alguien que es importante. No necesitamos grandes gestos; sólo tenemos que preocuparnos. Y juntos podemos alegrarle el día a alguien, tal como lo hicimos con esos niños.

También soy estudiante de Criminología y cuando interactué con jóvenes en las cárceles pensé que nosotros, como sociedad, no estamos haciendo nuestra parte para ayudar a estos jóvenes. Cuando están en estas prisiones, sus vidas de alguna manera se detienen, ya que la mayoría de ellos aún no han cumplido los 18 años.

Estoy convencido de que nuestra cultura ofrece muchas formas de resolver casos de menores sin recurrir a procedimientos judiciales formales, por ejemplo mediante la participación colaborativa de jefes locales, líderes comunitarios y ancianos. Aprovechando la sabiduría y la autoridad de estas respetadas figuras, se puede implementar un enfoque de justicia restaurativa. La comunidad puede unirse para crear un entorno en el que el menor delincuente rinda cuentas de sus acciones, pero también puede ayudar a encontrar las causas profundas de su comportamiento. Los líderes y mayores pueden enfatizar la importancia de la rehabilitación, ofreciendo apoyo y tutoría al joven. Este enfoque, que tiene en cuenta los recursos culturales, no sólo fomenta el sentido de responsabilidad del joven, sino que también fortalece los vínculos comunitarios. A través del diálogo abierto y la toma de decisiones compartida, esta vía alternativa de resolución permite a las comunidades abordar la delincuencia juvenil promoviendo la curación del corazón y previniendo una mayor participación en actos delictivos.

Stephen

Fuente

Quizás te interese